#LaChivaRadio / Salud Publica 06-05-2020
Son crocantes, entumecen la lengua y su veneno hace que los licores sean más seductores. Por eso han gozado del aprecio de los japoneses mucho antes de su llegada a las costas de Norteamérica.
TOKIO — Mucho antes de que el avispón asiático gigante comenzó a aterrorizar a las
abejas del estado de Washington, estos feroces insectos representaban una
amenaza a veces letal para los excursionistas y los agricultores en las
montañas del Japón rural.
Pero
en la región central de Chubu, los bichos, a veces llamados “avispones asesinos”,
son conocidos por más que su agresividad y su aguijón intolerable. Son vistos
como un refrigerio agradable y un ingrediente estimulante en las bebidas.
El avispón gigante, junto con
otras variedades de avispas, ha sido tradicionalmente considerado un manjar en
esta accidentada parte del país. Las larvas a menudo se conservan en frascos, fritas o al vapor con arroz para hacer un plato delicioso
llamado hebo-gohan. Los especímenes
adultos, que pueden medir cinco centímetros, se fríen en brochetas, con aguijón
y todo, hasta que el caparazón se vuelve ligero y crujiente. Dejan una
sensación de calor y hormigueo cuando se comen.
Los
avispones también le pueden agregar un extra al licor. Especímenes vivos son
ahogados en shochu, una bebida destilada
clara. En su agonía, los insectos liberan su veneno en el líquido que se
almacena hasta que se vuelve de un tono oscuro de ámbar.
Sin embargo, la verdadera emoción
no está en el comer o el beber el avispón gigante, está en la caza.
A principio de los meses de
verano, intrépidos cazadores rastrean a los insectos hasta sus enormes nidos,
que pueden albergar hasta mil avispones y sus larvas en los troncos de los
árboles podridos o bajo tierra. Atraen a un avispón con una serpentina de pesca
unida a un pedazo de pescado, y cuando este agarra el bocado y despega, los
cazadores van en una carrera de obstáculos a través del bosque. Al encontrar el
nido, aturden a los insectos con humo, luego usan motosierras y palas para
extraerlo.
En otros casos, los nidos son desarraigados
por exterminadores profesionales. Torao Suzuki, de 75 años, dice haber
eliminado entre 40 y 50 nidos al año, y que lo picaron hasta 30 veces cada
temporada. “Duele, se hincha y se pone rojo, pero eso es todo”, dijo sobre las
picaduras. “Creo que soy inmune”.
Él no se come los insectos.
“Incluso cuando le digo a la gente, ‘te van a picar’, aun así se los comen.
Dicen que los hace potentes”, dijo.
Suzuki dice que también vendió
los nidos, que son trofeos populares en la región. Colmenas marrones lacadas, a
veces abiertas para exponer su complejo enrejado, adornan vestíbulos y salas de
recepción en casas, escuelas y oficinas públicas.
Los historiadores dicen que los
insectos, que se extienden por toda Asia pero se encuentran más comúnmente en
Japón, alguna vez fueron valorados junto con otras avispas como una fuente
barata de proteína en zonas rurales golpeadas por la pobreza.
La cocina del avispón se celebra
cada noviembre en la prefectura de Gifu en un festival, conocido como el
Kushihara Hebo Matsuri donde se entregan premios para los nidos más grandes y
los gourmands apuestan por el privilegio de llevarse uno a casa.
Incluso en este jubileo de
insectos, el peligro que representa el avispón gigante, que ha matado a decenas
de personas en Japón en los últimos años, es evidente. En un volante para el
evento del 2018 se advirtió a los participantes que estuvieran atentos a los
avispones sueltos cerca del recinto ferial, y aconsejó a los asistentes que
“por favor tengan mucho cuidado para evitar ser picados”. Los organizadores,
agregó, “no tienen absolutamente ninguna responsabilidad” por las consecuencias
de ignorar las admoniciones.
Las advertencias van más allá de
este evento único. Cada primavera, oficinas gubernamentales de todo el país
emiten avisos sobre los insectos, conocidos en Japón, por su tamaño, como
“gorriones avispones gigantes”. Las personas que se aventuran en la naturaleza
han aprendido a evitar la laca para el cabello y el perfume, que pueden atraer
a estas plagas aterradoras.
Por lo tanto, no es sorprendente
que la práctica de cazar y comer a los insectos, como ocurre con muchas
tradiciones en el envejecido Japón rural, sea menos común de lo que solía ser.
La Asociación de Apreciación de
las Avispas Oomachi, en Nagano, una vez alcanzó cierta fama nacional por hacer
galletas de arroz con los insectos horneados. Desde entonces, la producción se
ha detenido, ya que los miembros del grupo han muerto o se han vuelto muy
viejos para preparar los bocadillos, dijo Sachiko Murayama, de 70 años, que
está en el consejo de una cooperativa comercial local.
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